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El 15 de enero de este año se firmó el Acuerdo Fase 1 entre Estados Unidos y China donde se reducían aranceles en el país norteamericano y se acordaban compras por parte de la nación asiática. Se esperaba que este acuerdo fuera el punto final de un conflicto que llevaba 18 meses entre las dos economías más grandes del mundo.

Sin embargo, la pandemia del COVI D-19 reavivó el conflicto. El gobierno de Estados Unidos ha manifestado sus dudas acerca del accionar del gobierno chino desde inicios de año. Hoy Keith Krach, subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente del Departamento de Estado de EE.UU. dijo «Hemos estado trabajando en reducir la dependencia de nuestras cadenas de suministro en China en los últimos años, pero ahora estamos cargando esa iniciativa». El gobierno estadounidense busca que las empresas relocalicen la fabricación fuera de China. Para ello, considera otorgar incentivos fiscales y subsidios, así como también establecer nuevos aranceles a la importación desde China.

Para lograr su objetivo, la administración se encuentra diseñando una «red de prosperidad económica» que incluiría un conjunto de empresas y grupos de sociedad civil, así como un conjunto de países (Australia, Nueva Zelanda, India, Japón, Corea del Sur y Vietnam) alineados con la propuesta estadounidense. En esa red se discutiría como reestructurar las cadenas de suministro global.

El contexto electoral en Estados Unidos permite especular que, como ha pasado en los últimos años, las amenazas no se manifiesten en acciones concretas. Sin embargo, en las últimas semanas diversos países han criticado el accionar de China durante la pandemia, destacándose el pedido de auditoria realizado por Australia que sería parte de esta nueva «red de prosperidad económica».

Fuente: Instituto de Estrategia Internacional de la CERA