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El mundo se encuentra en medio de una tormenta perfecta de desafíos que ponen a prueba la resiliencia de la sociedad global. Una pandemia, una guerra que ha inflado dramáticamente los precios de la energía y los alimentos, una tendencia al alza en el populismo, la polarización que debilita la gobernabilidad y una profundización del conflicto en Medio Oriente con el ataque de Hamás a Israel que pone caliente toda la zona. Los riesgos a nueva escalada de precios de los hidrocarburos lastima un escenario con problemas apremiantes como la pobreza, la desigualdad y el cambio climático.

Estados Unidos y China están en una rivalidad que comienza a trazar los contornos de un nuevo orden global. Aunque los resultados de esta rivalidad son inciertos, su dinámica representa un peligro potencial para la estabilidad internacional.

El mundo está experimentando uno de los períodos de menor crecimiento económico de los últimos cien años, lo que añade una presión adicional a los sistemas políticos y sociales que ya están lidiando con múltiples crisis.

Así, el nuevo orden mundial desafía los liderazgos políticos, económicos y de poder de influencias siendo que la geografía toma un valor relevante frente a los conflictos que se manifiestan en países centrales y o jugadores estratégicos en la posesión de recursos claves para la economía mundial.

Latinoamérica se presenta con ventajas que hoy toman relevancia. La principal, está lejos de los conflictos bélicos, en segundo lugar, su disponibilidad de recursos naturales para lo que viene traccionado por la transición energética, en tercer lugar, el alto desarrollo de innovación tecnológica con más de 20 unicornios en la región de alcance global y lo más importante, la disponibilidad de recursos humanos calificados con alto potencial de desarrollo. Sin esto último, nada de lo anterior es posible.

En este mundo en reorganización, Latam y Argentina en particular, comienzan a salir de la irrelevancia. La ineludible transición energética compromete a la región y al país a tener una visión de largo plazo que sortee la agenda apremiante de la coyuntura.

En este sentido, un sector clave es la minería, y Argentina tiene con qué aportar. La transición energética que incluye el cambio hacia la electromovilidad, pero también, el desarrollo de infraestructura para el abastecimiento más limpio en base a energías renovables implica una aumento creciente y sostenido de la demanda de insumos críticos, litio y cobre. Chile y Perú, son los productores tradicionales y principales de cobre con más de 100 años en la explotación, pero la maduración de sus yacimientos en el caso del primero pone sobre la mesa costos de producción cada vez más altos, mientras que, en Perú, posibles conflictos sociales generan cierto ambiente de incertidumbre.

En este contexto, Argentina tiene la oportunidad de impulsar una minería del siglo XXI que se enfrenta a importantes cambios en comparación con la minería tradicional. Estos cambios son impulsados ​​por avances tecnológicos, preocupaciones medioambientales y la búsqueda de prácticas más seguras y eficientes para convertir a la actividad en una de las más seguras con la innovación, digitalización y protección de sus recursos humanos.

Es por ello, que bajo estos parámetros Argentina podría ocupar un lugar en la oferta de cobre acompañando proyectos de clase mundial pero también aumentar su participación en el mercado del litio que, aunque esta entre los top 5, sus niveles de producción (35k LCE) están muy lejos del segundo productor que es Chile (180kLCE).

Hasta el momento, ha tenido un desarrollo muy tímido, tal es así, que actualmente, solo en operación tenemos 17 proyectos, de los cuales 14 son de oro y plata, y 3 son de litio. Un factor clave, es la inestabilidad política y económica que ha ralentizado la toma de decisiones respecto al avance de proyectos de la gran minería e incluso de litio, no alcanzando a pleno el desarrollo de su potencialidad.

Otro alto potencial de Argentina es el sector de petróleo y gas. Actualmente, es el segundo complejo exportador del país, generando exportaciones por un valor de US$ 9 mil millones y proporcionando empleo de calidad a casi 70 mil personas.

A pesar de que la balanza comercial energética presenta un déficit debido a la necesidad de importar gas para cubrir la demanda invernal, el Plan Gas implementado desde 2020 ha brindado una mayor previsibilidad en la demanda y los precios para las compañías. Esto ha acelerado el aprendizaje en la producción no convencional y ha llevado a niveles de eficiencia comparables con las cuencas de Estados Unidos. Las perspectivas indican que, a partir de 2024, Argentina superará el déficit en su balanza comercial energética.

A nivel internacional, se presentan oportunidades significativas impulsadas por la transición energética global y los efectos de la guerra en Ucrania, que han impactado en el mercado energético, sumando el conflicto actual Israel-Hamás que podría impactar en el corto, en precios, por la incertidumbre de su prolongación. Argentina posee la cuarta reserva global de petróleo no convencional en Vaca Muerta, y la demanda mundial de este recurso sigue siendo alta, a pesar de la transición hacia el gas y las energías renovables a lo largo de la década. A corto plazo, la primera oportunidad es la exportación de petróleo ya que todo aumento de producción se traducirá en exportaciones.

A largo plazo, la segunda oportunidad, es la exportación de gas (tanto gas natural regional como gas natural licuado) y el desarrollo de la industria petroquímica. Vaca Muerta también representa la segunda reserva global de gas no convencional, y recientes exploraciones en Palermo Aike, en Santa Cruz, indican un potencial equivalente a un tercio de Vaca Muerta.

Por lo tanto, todo indica que nuestro país tiene el potencial de convertirse en un actor relevante en el mercado energético internacional y aprovechar las tendencias hacia la sustentabilidad y la diversificación en el suministro de energía a nivel mundial.

Transversalmente, Economía del Conocimiento constituye un vibrante ecosistema que, además, posee una capacidad especial para impulsar la dinámica general. Argentina cosecha ventajas competitivas en términos de capital humano, con un talento reconocido a nivel mundial, así como intangibles como una cultura emprendedora arraigada. La combinación de estos factores ha resultado en la creación de 13 unicornios en las últimas dos décadas.

Se ha establecido como el cuarto complejo exportador más relevante del país, con exportaciones que ascienden a 7.800 millones de dólares al año y abarca una amplia gama de servicios, incluyendo software, audiovisual, biotecnología, bioeconomía, geología, electrónica, comunicaciones, investigación y desarrollo experimental, nanotecnología, espacial y satelital, así como la industria 4.0, que incorpora la robótica, la inteligencia artificial e internet de las cosas, entre otros, lo que demuestra el alcance de su capacidad de desarrollo.

Su evolución es constante y acelerada, impulsado por la transformación digital que optimiza procesos, fomenta la innovación y transforma negocios. La creciente demanda de servicios, impulsada por la tendencia de “friend and nearshoring”, ofrece nuevas oportunidades, así como la búsqueda de partners “tecnológicos” que ponen en crisis formas tradicionales del hacer transformando procesos, pero sobre todo impulsando un reskilling de habilidades y conocimientos para enfrentar el mundo que viene.

El mundo nos está invitando, que Argentina realice el “catch up” solo depende de ella.

Autora: Mariana Camino, Presidenta y CEO de Abeceb.

Fuente: perfil.com