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“Por lo que se refiere a los productos Solón solamente autorizó la venta al extranjero en el caso del aceite de oliva; de los demás, prohibió su exportación y prescribió que el Arconte lanzara maldiciones contra los exportadores o que él mismo pagara cien dracmas al tesoro público”.

PLUTARCO (“Vidas Paralelas – Solón-Publícola”)

Una de las principales leyes del casi legendario legislador ateniense Solón (640-558 antes de Cristo), uno de los llamados Siete Sabios de Grecia, establecía la no tan sabia prohibición de exportar cualquier producto, excepto aceite de oliva, según la versión de Plutarco. También canceló todas las deudas e hipotecas liberando a los deudores. Algo parecido a lo que sucedió en nuestro país en el año 2002 con la devaluación. Potestad injusta que se atribuyen frecuentemente los gobernantes, beneficiando a unos ciudadanos y perjudicando a otros. A pesar de todo, Solón fue y es considerado un sabio. ¿Lo era?

No sabemos si las maldiciones que el Arconte lanzaba a los desdichados exportadores de Atenas (probablemente convertidos en contrabandistas) que transgredían la ley fueron o no eficaces. Depende de las creencias de la época. Tampoco sabemos si se les maldecía o se pagaban las obligatorias cien dracmas. Lo que sí sabemos hoy en día es que las maldiciones que los gobiernos argentinos desde hace décadas les han arrojado en forma inmisericorde a los exportadores son por demás devastadoras. Le quitan las ganas de exportar hasta al más valiente. Se reducen así drásticamente las exportaciones tradicionales y también las nuevas.

La voracidad del Estado, de cualquier Estado, es generalmente insaciable. Por razones estrictamente fiscales se ocasionan enormes daños a los principales generadores de divisas para el país. Mientras los países del primer mundo subsidian la producción y la exportación de productos primarios, principalmente agrícolas (algo por lo cual muy razonablemente protestamos con vehemencia por constituir una práctica desleal del comercio), en la Argentina no solamente no se los ha incentivado sino que además se los ha castigado con rudeza. Porque no otra cosa son las mal llamadas retenciones, en realidad un eufemismo por no llamarlas por su verdadero nombre: derechos de exportación. Sin contar además que cuando fueron establecidas hace casi veinte años se dijo que era en forma “provisoria”. Y esto es solamente un ejemplo, por no mencionar la enorme presión tributaria en un país que existen casi doscientos impuestos de todo tipo: nacionales, provinciales y municipales, que agobian a los productores de la riqueza..

Pero si a eso le agregamos además los atrasos en materia de devolución del IVA, pago de los reintegros o los inacabables trámites burocráticos, la falta de crédito, las asignaciones de cupos, los impuestos altamente distorsivos como el llamado “impuesto al cheque” (en realidad a los créditos y débitos bancarios) también establecido en forma “provisoria” o el IVA que tiene una alta alícuota desde hace 25 años establecida “por un año solamente”, tendremos que los exportadores atenienses del siglo VI antes de Cristo no tenían, en comparación con los actuales de la Argentina, tantas razones como aquí para quejarse.

Por si lo anterior fuera poco, algunos políticos han insistido equivocadamente durante años en que los reintegros son un beneficio (en realidad, a veces hablan de “dádivas”) para los exportadores y no la devolución, por lo menos teórica, de los impuestos pagados durante la etapa productiva como siempre se ha creído por parte de la doctrina económica. Por lo tanto, según ese punto de vista, ignorante de la realidad, deberían pagar sobre ellos, además, el Impuesto a las Ganancias. ¿Alguien ha pensado que esta posición, contradictoria con nuestras razonables quejas contra las subvenciones de los Estados del primer mundo, nos llevaría a graves problemas en el marco de la Organización Mundial de Comercio y en nuestras negociaciones con Europa? ¿Con qué autoridad rechazaremos los subsidios de ellos si hay personas influyentes en el país que dicen que aquí también se subsidia y para peor confundiendo la devolución de impuestos pagados con subsidios?

Fuente: Prof. Carlos Canta Yoy – todocomex.com